Thursday, August 03, 2006

ESCLAVOS MODERNOS
María Leal

Los motosierristas de Alto Paraná (APSA) hartos de años de atropellos y explotación, después de largo tiempo de silencio, se manifestaron en los caminos a la fábrica de celulosa de APSA, ubicada en el segundo acceso a Puerto Esperanza, y se encuentran hace más de 10 días en permanente reclamo por un sueldo digno y mejores condiciones de seguridad.

El conflicto se agravó durante la madrugada del jueves 28 de julio, mientras se estaba realizando el corte al acceso a la planta llegó el operativo a cargo del Comisario General Sartori de la provincia de Misiones, encargado de despejar el lugar. La orden judicial de desalojo la firmó el Juez provincial De la Cruz.

El comisario a cargo llegó sin ánimo de diálogo, se presentó de manera autoritaria y dejó abierta la posibilidad de reprimir a los trabajadores si en menos de 5 minutos no se encontraba todo despejado.

El despliegue de fuerza fue colosal: 400 efectivos de policía de la provincia, y fue abusivo porque para cada trabajador había 10 efectivos de seguridad fuertemente armados. Luego de una tensa “negociación” se liberó el camino y en minutos comenzaron a circular camiones cargados de pinos y químicos destinados a la elaboración de la pasta celulosa.

En este momento los motosierristas se encuentran acampando a unos 3 kilómetros de la planta sobre un costado de la ruta nacional número 12. Esperan, están acompañados por sus familias y por personas que fueron a manifestarles apoyo y solidaridad. Aguardan de manera expectante una respuesta de la patronal y exigen al gobernador de la provincia Carlos Rovira que atienda a sus reclamos.

De abusos y necesidades, un trabajo semiesclavo

El trabajo de un motosierrista al servicio de la empresa Alto Paraná comienza a las 6 de la mañana de un lunes y termina el día sábado a la tarde. En este trabajo las horas extras se hacen pero no se cobran jamás. Las raciones de comida son a base de harina y grasa, y también se llenan la “barriga” con mate.

En el pinar los motosierristas duermen en tiendas improvisadas. La jornada de trabajo de 14 horas sólo cuenta con 20 minutos de descanso. En una de las categorías, los hombres: cortan, pelan el tronco y empaquetan, su ganancia es de 35 centavos por pino. Después de 5 años trabajando así: los problemas de columna vertebral, no permiten seguir en lo mismo, de manera que después se los despide, sin ningún tipo de indemnización.

El contrato de los trabajadores se realiza a través de empresas contratistas –tercerizados- que actúan como nexo entre Alto Paraná y los obreros. Los contratistas fueron denunciados por dibujar recibos de sueldos y hacer descuentos con leyes inexistentes. Todavía no queda claro quien tiene que asegurar a los obreros un salario digno y las condiciones suficientes de seguridad e higiene, numerosas han sido las denuncias de que no existe control ni por parte de APSA ni por parte del Estado. Pero esas denuncias son encajonadas por un poder que es cómplice con los que mejor pagan. Incluso la prensa provincial.


En los tiempos del mensú, los alimentos se sacaban a cuenta... ahora son los tickets canasta.

Además, como en el viejo sistema, a los trabajadores forestales se les otorgan tickets canasta en carácter de pago efectivo para ser canjeados en comercios vinculados a los contratistas. Los precios de los productos, en general alimenticios, son remarcados hasta en un 400% en esos negocios. Generando un macabro circulo vicioso, en el cual los motosierristas están sometidos como aquellos hacheros de principio del siglo pasado.

Los obreros, también denunciaron la existencia de “listas negras”, donde al estilo de la dictadura, a los empleados que levantan la voz para defender sus derechos se los expulsa de sus puestos, en una zona en donde el monopolio hace que sea imposible acceder a otro empleo. Es por ello que APSA constantemente premia a aquellos que no están agremiados y que no pelean por las horas de trabajo reglamentarias y salarios justos.

Muchos trabajadores han optado ocupar tierras, como única opción, son tierras encopueradas, abandonadas por el Estado o por empresas que ya han sacado provecho de las riquezas del suelo. Este “pedazo de cielo” –como ellos lo llaman- les proporciona la oportunidad de sembrar para subsistir, como una alternativa, pues sus reclamos no son escuchados, el Estado es inexistente y cómplice. Estos hombres y sus familias también son perseguidos y desalojados por actuaciones judiciales de Alto Paraná, que presenta títulos de propiedad de dudosa certificación.